Tras la visita a las pirámides, volvimos al hotel, nos cargamos de provisiones (galletas varias, zumos y agua) y nos dispusimos a recorrer los lugares más relevantes de El Cairo. (En realidad sólo teníamos unas pocas horas, así que habíamos hecho un criba bastatante considerable).
Cuando salimos del hotel, buscando un taxi, nos encontramos a "Juanito" (en realidad se llamaba Ahmed, creo recordar, pero Juanito era su nombre artístico para los turistas hispanohablantes), con el que acordamos que sería nuestro taxi para todo el día, llevándonos a los sitios y esperándonos mientras los visitábamos. Nos pareció una buena idea, porque así no tendríamos que negociar con cada taxista en cada lugar... de lo que ya andábamos algo cansados.
En fin, con Juanito nos dirigimos a La Ciudadela de Saladino, nuestra primera parada, situada en una colina sobre El Cairo, con privilegiadas vistas de la ciudad. (A la derecha, en la sección de vídeos, hay uno que grabamos desde allí, en el que se puede escuchar la banda sonora de El Cairo, creada por los millones de coches que "circulan", y lo pongo entre comillas porque circular es mucho decir, por la ciudad).
Aunque la Guía LonelyPlanet decía que no merecía la pena y que era excesivamente cara, nosotros queríamos ver la Mezquita de Alabastro y hayá que nos fuimos. Además, conseguimos colar el Carnet Joven como carnet de estudiante, aunque se nos quedaron mirando preguntándose qué carajo estaríamos estudiando nosotros...
Antes de nada, algunos datos históricos sobre La Ciudadela: fue la residencia de los gobernadores de Egipto durante setecientos años y comenzó a construirla Saladino en el 1176, para defenderse del ataque de los cruzados. (Es triste comprobar como la guerra es la motivación de tantísimas cosas).
Tras muchísimo años, Mohammed Ali remodeló la ciudad, tiró algunas cosas, y la coronó con la mezquita de estilo turco que podéis observar en la foto anterior, conocida como Mezquita de Alabastro.
En la puerta de entrada me obligaron a taparme con esta bonita túnica verde, porque a pesar de llevar todo de "mangas" largas, era demasiado pegado, así que me tuve que disfrazar de esta guisa, además de tener que quitarnos los zapatos para entrar, por supuesto.
Un vídeo del interior de la mezquita lo podéis ver aquí, porque las fotos no salieron demasiado bien, ya que no llevábamos la cámara buena (y esta vez no fue culpa mía) y la luz no era la más adecuada.
Además de la de Alabastro, hay otras dos mezquitas en La Ciudadela, la mezquita de An-Nasir Mohammed, único edificio de la época mameluca que se conserva en el edificio, y la mezquita de Sueliman Pasha, ejemplo de mezquita abovedad de estilo otomano.
Para ser sincera, no sé cuál de las dos es ésta, de la que también grabamos un vídeo.
El caso es que nadie nos dijo, cuando entramos, que nos teníamos que quitar los zapatos y de pronto teníamos a un moro gritándonos sin saber exactamente lo que quería...
Además de las mezquitas, entramos en el Museo de la Policía, que consistía en un par de salas con fotos sobre asesinatos políticos, y en algunos casos las armas con las que se perpetraron (realmente no merece la pena), y en el Museo Nacional Militar, un poco más interesante (y más grande también).
A la entrada nos pasó algo extraño porque nos pedían una o dos libras para poder entrar con la cámara y 20 o 25 si queríamos dejarla en la consigna. Realmente no lo entendí. Bueno, al final sí cuando me di cuenta que el par de libras se las quedaban los de la puerta y si la dejabas en consigna, el museo. Lo cierto es que, al final, podías hacer las fotos que quisieras, nadie te decía nada, por lo que dejar la cámara en cosigna hubiera sido un gran error.
Después de la visita a La Ciudadela, volvimos a donde nos había dicho Juanito que iba a estar y en su destartalado taxi nos dirigimos hacia el Museo Egipcio de El Cairo.
Tardamos una barbaridad en llegar, porque los coches no se movían y dentro del taxi fui realmente consciente de la polución que hay en El Cairo, cuando al pasarme un clinex por la cara, éste salió negro.
Una vez conseguimos llegar al museo, Juanito nos escribió el nombre de un lugar en árabe donde teníamos que encontrarnos con él a la vuelta de la visita del Museo. Pero esto ya lo contaré después.
Entramos al Museo, donde sólo conseguimos colar una entrada de estudiante. (Bueno, en realidad es que el hombre de la taquilla se quedó con 10 libras y nos dio una entrada normal y otra de estudiante, así que sólo nos ahorramos unas 30 libras).
Si pensáis en el Museo como un museo, os llevaréis la mayor decepción del viaje, como me pasó a mí. Después de ver el de Luxor, mucho más pequeño, pero más moderno y cuidado, éste me pareció un almacén sin orden ni concierto, mal iluminado y peor explicado.
Vamos, que me tiré el viaje entero puteando a los ingleses porque se lo habían llevado todo, y después de ver el museo, deseé que realmente los hubieran dejado sin nada. Realmente, no se merecen el patrimonio que tienen. Y puede sonar duro, porque tienen otras cosas por las que preocuparse, se puede decir, pero realmente no se me merecen lo que tienen.
Y como del museo no hay fotos, porque no se podía, y fuera no hicimos porque era de noche cuando salimos y yo estaba derrotada (fue el único día que me cansé realmente, ni el del Sinaí), pues se acaban los comentarios sobre el museo. Para mí fue la gran decepción del viaje.
Una vez terminamos la visita del museo, nos dirigimos hacia donde Juanito nos dijo que estaría. Tuvimos que cruzar no sé cuantas veces la carretera, a lo egipcio con el riesgo que conlleva, y preguntarle a un montón de personas, pues estaba escrito en árabe, para, al final, encontrar una "parada de taxis" junto a las paradas de autobús, repletas de gente que no paraban de mirar a la extraña aquélla de ojos claros que "danzaba" por allí.
De verdad que lo estuvimos buscando durante media hora, pero había desaparecido, así que cogimos otro taxi, porque pasé de llamarlo con lo que una llamada me iba a costar (bastante clavada me ha llegado de factura de móvil!). En realidad creo que lo vimos luego por Al Kahili con gente en el taxi, así que muy posiblemente nos dejó tirados y encima, al día siguiente, a las 6 de la mañana estaba en la puerta del hotel esperándonos diciéndoles a todos que habíamos pasado de él y que le debíamos dinero. Desde luego que no se lo recomiendo a nadie. Era muy simpático al principio, pero después se largó por un negocio mejor. Anda y que le den!
Por fin llegamos a Al Kihili, el "gran" zoco de la ciudad, dedicadísimo al turismo ahora, por supuesto. Está bien, aunque hubiéramos necesitado más tiempo para disfrutarlo más y deberíamos habernos quedado por allí a cenar... En fin, compramos los últimos regalos que nos faltaban para la familia y nos volvimos al hotel, destrozados de la vida. Bueno, al menos yo, que caí rendida y me eché una pequeña siesta antes de bajar a cenar.
Nos dimos una buena ducha para quitarnos toda la porquería que se te pega en la piel por la polución y Carlos consiguió que sus pies volvieran al color original, porque iba en sandalías y el suelo de las mezquitas no está demasido limpio que digamos...
En el mismo hotel, porque por allí cerca no había casi nada, cenamos y nos tomamos la última Sakara para despedirnos de Egipto.
Hubo muchas cosas que nos quedaron sin ver en El Cairo, pero realmente no sé si quiero volver allí. Es decir, Egipto me encantó y hay lugares a los que quiero volver y lugares que quiero visitar por primera vez, pero El Cairo... demasiada polución, demasiado ruido... El tiempo dirá.