Tras volver a Luxor, sacar las maletas de la habitación y hacer el check out, nos fuimos a comer a Kebabgy, en la Corniche, con vistas al Nilo, un restaurante que recomienda la Lonely Planet. Está bien, no es ninguna maravilla, pero se come comida egipcia bastante aceptable, a un precio bastante asequible. Por lo menos para nosotros, que para los egipcios es un restaurante casi de lujo. Sólo un comentario al respecto de la siguiente información de la guía:
"... con sencillas mesas de madera y un vaporizador de agua para refrescar el cálido ambiente".
Es verdad que tienen sencillas mesas de madera, y bastante grandes, pero lo del vaporizador de agua... un hombre regando el suelo no es un vaporizador de agua. Ni mucho menos!
Tras el almuerzo, Carla e Ismael regresaron al hotel porque su avión hacia Sharm el Sheik salía a media tarde, y Carlos y yo decidimos ir a un mercado que hay cerca del Templo de Luxor.
Cuando estábamos llegando nos dimos cuenta de que todo estaba cerrado (resultó que eran las 3, y la peña estaba rezando) y el conductor de la calesa más tuneada de Luxor, su ferrari, como él la llamaba, nos convenció para llevarnos a un centro de papiros. No íbamos a ir, pero Carlos estaba a punto de la lipotimia, que el pobre mío lleva el calor más bien regular, y decidimos que tampoco teníamos nada mejor que hacer. Hacía demasiado calor para andar por las calles.
De camino al centro de papiros, volvimos a atravesar el mercado egipcio que habíamos visto un par de días antes por la noche.
Me gusta mucho ver estas fotos, porque son una pequeña parte de la vida en Luxor.
No recuerdo si el colegio era copto o musulmán, pero el conductor de la calesa nos explicó que los niños iban al mismo colegio idependientemente de cual sea su religión.
Nuestro guía nos comentó que el colegio era gratuito, aunque no obligatorio, pero que todos los padres enviaban a sus hijos al colegio porque querían que tuvieran mejores profesiones que ellos. La verdad es que no sé si creérmelo del todo, porque a lo largo del viaje, sobre todo en la parte sur del país, vimos a muchos niños vendiendo cosas o simplemente pidiendo dinero a los turistas en horario escolar.
Una de las cosas que me quedé con ganas de comprar fue un muestrario de especias que venden a los turistas. Definitivamente, es una de los encargos que les voy a hacer a mis padres.
Al ver esta foto pienso en el regateo absurdo que tuvimos que sufrir en Khan al-Khalili para comprar los pañuelos que trajimos, cuando aquí los hubiéramos comprado mucho más baratos, de mejor calidad seguro, y más bonitos y variados.
Me hizo gracia la mezquita colgada entre los edificios.
Cerca de este lugar estaba el centro de papiros al que nos llevó el conductor de la calesa, donde verdaderamente nos dimos cuenta del negocio que tenían montados los guías. (En el paseo en calesa de la noche anterior lo sospechábamos, aquí encontramos la confirmación).
Nada más entrar en el centro de papiros, el que parecía el encargado, corroboró que veníamos solos, sin guía, y nos dijo que dividiéramos por dos todos los precios que se mostraban junto a los papiros, pues esa mitad era la comisión que se llevaba el guía por llevar a los turistas. LA MITAD DEL VALOR!!!
En fin, escogimos cinco papiros pequeños, un ojo de Horus, un grabado de Abu Simbel en el que aparece Ramsés II disparando el arco, una llave de la vida, el Templo de Abu Simbel y el zodiaco de Denderah. Todos ellos, a mitad de precio, costaban 145 EGP. Le dimos 100 EGP y nos lo llevamos.
Realmente hay que regatear a muerte en todos los rincones de Egipto.
Junto al hotel, recogimos un colgante de zafiro tallado, supuestamente procedente de Afganistán (que quiero creer que el hombre no me timó), que había encargado el día anterior para mi madre.
Esta historia no la he comentado. El día anterior, cuando subimos a la habitación después de cenar tras el ridículo espectacular, nos dimos cuenta de que no teníamos agua, por lo que decidimos salir a las tiendas que había en frente del hotel a comprar un par de botellas, a un precio mucho menos elevado que el que ofrecía el hotel. Junto a la tienda de agua, había una joyería, en la que nos pusimos a mirar el escaparate. Como en cualquier lugar, nos invitaron a entrar y al final terminamos comprando la piedra. La verdad es que fueron agradables, para que nos vamos a engañar. Aunque bajamos a comprar agua y terminamos comprando un colgante! Las oportunidades se presentan donde menos te lo esperas.
Por la tarde nos llevaron al aeropuerto de Luxor, donde experimentamos la llamada para coger un avión más surrealista que habíamos vivido hasta el momento. (Y hasta el día de hoy).
El aerupuerto de Luxor, a pesar de ser internacional, no es muy grande. Al menos la parte de vuelos domésticos. Estábamos esperando para embarcar pocas personas, pero bastante dispersas por la sala de espera. De pronto, unos 10 o 15 minutos antes de la hora de salida de nuestro vuelo, un hombre bastante fuertecito pasó gritando: "Sharm el Sheik, Sharm el Sheik, Sharm el Sheik!". Y se colocó en una puerta. ¿Para qué necesitas pantallas si hay hombres que pasan gritando?
El vuelo fue bastante bien, y ya de noche llegamos a Sharm el Sheik, donde nos hospedamos en un hotel que era una pasada de grande, y donde tardamos como 10 minutos en encontrar el camino a la playa desde nuestra habitación.
P.D.- En los aeropuertos de Egipto te permiten volar con agua en el equipaje de mano, lo que se agradece un montón, dicho sea de paso. Ah, y en todos los vuelos, por cortísimo que sea, te ofrecen algo de beber y de comer. En todos. A ver si aprenden las compañías europeas!!!