Egipto Tarde 6. De Luxor a Sharm el Sheik

Tras volver a Luxor, sacar las maletas de la habitación y hacer el check out, nos fuimos a comer a Kebabgy, en la Corniche, con vistas al Nilo, un restaurante que recomienda la Lonely Planet. Está bien, no es ninguna maravilla, pero se come comida egipcia bastante aceptable, a un precio bastante asequible. Por lo menos para nosotros, que para los egipcios es un restaurante casi de lujo. Sólo un comentario al respecto de la siguiente información de la guía:
"... con sencillas mesas de madera y un vaporizador de agua para refrescar el cálido ambiente".
Es verdad que tienen sencillas mesas de madera, y bastante grandes, pero lo del vaporizador de agua... un hombre regando el suelo no es un vaporizador de agua. Ni mucho menos!
Tras el almuerzo, Carla e Ismael regresaron al hotel porque su avión hacia Sharm el Sheik salía a media tarde, y Carlos y yo decidimos ir a un mercado que hay cerca del Templo de Luxor.
Cuando estábamos llegando nos dimos cuenta de que todo estaba cerrado (resultó que eran las 3, y la peña estaba rezando) y el conductor de la calesa más tuneada de Luxor, su ferrari, como él la llamaba, nos convenció para llevarnos a un centro de papiros. No íbamos a ir, pero Carlos estaba a punto de la lipotimia, que el pobre mío lleva el calor más bien regular, y decidimos que tampoco teníamos nada mejor que hacer. Hacía demasiado calor para andar por las calles.
 De camino al centro de papiros, volvimos a atravesar el mercado egipcio que habíamos visto un par de días antes por la noche.



Me gusta mucho ver estas fotos, porque son una pequeña parte de la vida en Luxor.





No recuerdo si el colegio era copto o musulmán, pero el conductor de la calesa nos explicó que los niños iban al mismo colegio idependientemente de cual sea su religión.
Nuestro guía nos comentó que el colegio era gratuito, aunque no obligatorio, pero que todos los padres enviaban a sus hijos al colegio porque querían que tuvieran mejores profesiones que ellos. La verdad es que no sé si creérmelo del todo, porque a lo largo del viaje, sobre todo en la parte sur del país, vimos a muchos niños vendiendo cosas o simplemente pidiendo dinero a los turistas en horario escolar.







Una de las cosas que me quedé con ganas de comprar fue un muestrario de especias que venden a los turistas. Definitivamente, es una de los encargos que les voy a hacer a mis padres.







Al ver esta foto pienso en el regateo absurdo que tuvimos que sufrir en Khan al-Khalili para comprar los pañuelos que trajimos, cuando aquí los hubiéramos comprado mucho más baratos, de mejor calidad seguro, y más bonitos y variados.



Me hizo gracia la mezquita colgada entre los edificios.
Cerca de este lugar estaba el centro de papiros al que nos llevó el conductor de la calesa, donde verdaderamente nos dimos cuenta del negocio que tenían montados los guías. (En el paseo en calesa de la noche anterior lo sospechábamos, aquí encontramos la confirmación).
Nada más entrar en el centro de papiros, el que parecía el encargado, corroboró que veníamos solos, sin guía, y nos dijo que dividiéramos por dos todos los precios que se mostraban junto a los papiros, pues esa mitad era la comisión que se llevaba el guía por llevar a los turistas. LA MITAD DEL VALOR!!!
En fin, escogimos cinco papiros pequeños, un ojo de Horus, un grabado de Abu Simbel en el que aparece Ramsés II disparando el arco, una llave de la vida, el Templo de Abu Simbel y el zodiaco de Denderah. Todos ellos, a mitad de precio, costaban 145 EGP. Le dimos 100 EGP y nos lo llevamos.
Realmente hay que regatear a muerte en todos los rincones de Egipto.



Junto al hotel, recogimos un colgante de zafiro tallado, supuestamente procedente de Afganistán (que quiero creer que el hombre no me timó), que había encargado el día anterior para mi madre.
Esta historia no la he comentado. El día anterior, cuando subimos a la habitación después de cenar tras el ridículo espectacular, nos dimos cuenta de que no teníamos agua, por lo que decidimos salir a las tiendas que había en frente del hotel a comprar un par de botellas, a un precio mucho menos elevado que el que ofrecía el hotel. Junto a la tienda de agua, había una joyería, en la que nos pusimos a mirar el escaparate. Como en cualquier lugar, nos invitaron a entrar y al final terminamos comprando la piedra. La verdad es que fueron agradables, para que nos vamos a engañar. Aunque bajamos a comprar agua y terminamos comprando un colgante! Las oportunidades se presentan donde menos te lo esperas.
Por la tarde nos llevaron al aeropuerto de Luxor, donde experimentamos la llamada para coger un avión más surrealista que habíamos vivido hasta el momento. (Y hasta el día de hoy).
El aerupuerto de Luxor, a pesar de ser internacional, no es muy grande. Al menos la parte de vuelos domésticos. Estábamos esperando para embarcar pocas personas, pero bastante dispersas por la sala de espera. De pronto, unos 10 o 15 minutos antes de la hora de salida de nuestro vuelo, un hombre bastante fuertecito pasó gritando: "Sharm el Sheik, Sharm el Sheik, Sharm el Sheik!". Y se colocó en una puerta. ¿Para qué necesitas pantallas si hay hombres que pasan gritando?
El vuelo fue bastante bien, y ya de noche llegamos a Sharm el Sheik, donde nos hospedamos en un hotel que era una pasada de grande, y donde tardamos como 10 minutos en encontrar el camino a la playa desde nuestra habitación.
P.D.- En los aeropuertos de Egipto te permiten volar con agua en el equipaje de mano, lo que se agradece un montón, dicho sea de paso. Ah, y en todos los vuelos, por cortísimo que sea, te ofrecen algo de beber y de comer. En todos. A ver si aprenden las compañías europeas!!!

Egipto Día 6. Templo de Denderah

El sexto día de estancia en Egipto, nos recogieron en autobús en el hotel y nos llevaron hasta el Templo de Denderah, que se encuentra a unos 90 kilómetros de Luxor.
El camino fue, como poco, peculiar, porque pasamos cerca de 10 controles policiales, nos cruzamos con camionetas que llevaban a chavales cogidos por fuera, viajando a bastante velocidad, adelantábamos casi sin mirar... Otra experiencia más, sin duda.
El Templo de Denderah, dedicado a la diosa Hator, la diosa del amor, la belleza, los placeres sensuales, patrona de la música y la danza, es, probablemente, uno de los templos mejor conservados de Egipto, al menos en lo que a su estructura se refiere.



Esta diosa, se suponía, estaba casada con el dios Horus, de Edfú, y existía un ritual por el que se decía que en la fiesta denominada "La Buena Reunión", la diosa abandonaba el Templo, se dirigía al Templo de Edfú y tras dos semanas de celebración, se casaba con Horus y se volvía a su morada. (Era, sin duda, un matrimonio un tanto triste. Y un tanto extraño, porque significaba que se casaban todos los años de nuevo).



Es un templo relativamente joven, construido al final del período faraónico, por los tolomeos, que conserva su tejado de piedra y columnas, cámaras oscuras, criptas y escaleras de caracol.
La lástima es que hay partes que están muy oscurecidas, debido a los fuegos que prendían los cristianos. (Además, como en tantos otros templos, dedicaron su tiempo a picar la cara de los dioses y faraones).




La Sala hipóstila exterior estaba en plena rehabilitación, y la parte por la que ya habían pasado tenía un aspecto mucho más recuperado, llena de bonitos colores. Por la que no, presentaba el aspecto de la foto de encima. Casi no parecen pertenecer al mismo sitio.


Intenté hacer una foto en la que no aparecieran todos los andamios que llenaban la estancia, y lo que salió fue la foto de la izquierda.
Cuando terminen de rehabilitar el templo, va a ser tremendamente precioso de visitar.



Es curioso ver como todos los cartuchos del templo están en blanco. Esto es porque se construyó al final del período tolemáico, en el que había mucha inestabilidad política, y los picapedreros no querían picar el nombre de un faraón dentro de un cartucho que iba a desaparecer en breve. (Hay que tener en cuenta, además, que las noticias no corrían en aquellos tiempos como ahora. Que lo mismo se entaraban un año después de que había muerto un faraón y tenía otro nuevo).


En la planta de arriba hay dos pequeñas salas en las que encontramos tres cosas interesantes. Una imagen bastante alucinante de la diosa Nut en el techo de la primera sala, cuya cabeza aparece en la foto de la izquierda. Aunque está un poco carbonizada, es realmente chula y el cuerpo de la diosa recorre todo el techo, de un lado a otro de la estancia. Merece la pena verlo.
No sé si lo he dicho antes, pero Nut se comía el sol por la noche y lo expulsaba por la mañana, para que volviera a nacer un nuevo día. Me parece una de las imágenes más bonitas de la mitología egipcia. La diosa preocupada porque los días y las noches se fueran sucediendo y tuvieran el orden prestablecido.



En la misma sala, encontramos un modelo en escayola del famoso "zodiaco de Denderah", cuyo original se encuentra, aunque parezca increíble, en el Museo del Louvre en París. (Porque una cosa es que cojas un collar y te lo lleves, o un sarcófago, o determinadas piezas pequeñas y te las lleves para exponerlas en un museo con gusto, pero otra muy distinta es arrancar una parte de un templo y llevártelo para que lo puedan ver en tu país. El único lugar donde debería estar el original "zodiaco de Denderah" es en el Templo de Denderah, no en ningún museo, y mucho menos en un museo fuera de Egipto).









En la sala siguiente, a la que se accede a través de la anterior, se encuentran grabados de lo que me he tomado el placer de calificar como las primeras escenas porno de la historia. Sólo hay que mirarlas con un poco de detenimiento para darme la razón.
Cuentan la historia de como la diosa Hathor y el dios Horus, o quizás Isis y Osiris, no recuerdo bien, se acostaban juntos para tener pequeños diositos. Lo alucinante era que Osiris, creo que era éste y no Horus, no tenía pene, porque si recordais la historia, Seth se lo cargó y como era un maligno, lo troceó, e Isis, su mujer, encontró todas las partes y las pegó, excepto el pene, que lo tomaba prestado de otro dios, que ahora me es imposible recordar, que se lo llevaba a través de un águila. (Imagen que aparece en la última fotografía).


A la izquierda se ve el pasillo por el que se bajaba de la segunda planta. Se subía por un pasillo similar, pero por el otro lado del templo.
Y éstos son Ismael y Carla, con los que tantos nos reímos la noche anterior, en nuestro espectacular ridículo en Luxor.



Como se ve, hay algunas partes mejor conservadas que otras. Éste es el principal problema de este templo, que han quemado tantas cosas en su interior que tiene prácticamente negros todos los grabados de las paredes.





En el exterior del Templo de Hathor, se encuentra un pequeño templo, dedicado a Isis, de tiempos de Octaviano, el emperador Agusto y gran rival de Cleopatra.
Y bueno, probablemente este pequeño "hombrecillo" tallado en la roca sea lo más gracioso que vimos tallado, casi en todo el viaje.



Por último, una de las mejores cosas de este templo es que no hay demasiados turistas, y puedes disfrutarlo bastante bien. No es que esté vacío, no creo que haya ningún lugar vacío en todo Egipto (exceptuando el desierto), pero comparados con el resto de sitios más típicos a los que habíamos ido antes... fue una gozada!

Como detalle final, no me queda más remedio que hacer un comentario sobre el guía que nos acompañó en esta excursión.
Era más jovencillo que Magdy, tendría unos 30 y pocos años, pero muy, muy musulmán y tradicional. No estuvo enseñando algunos vídeos sobre bailarinas de danza del vientre. Bailarinas profesionales que, como tales, van vestidas con tops y pañuelos bastante bonitos. El hombre nos estuvo explicando que esas mujeres estaban muy mal vistas por los hombres. Así es como empezó, para terminar diciendo que eran unas putas. También nos explicó que ya no estaba mal visto que las mujeres se vistieran con pantalones, siempre que siguieran sin enseñar absolutamente nada, excepto un poco la cara.
Carla y yo, que ibamos con camiseta de tirantes (no muy escotadas, pero de tirantes) y yo que iba con pantalones cortos, nos mirábamos preguntándonos lo que aquel hombre pensaría de nosotras. Miedo me dio preguntarle, por lo que pudiera pasar.