Egipto Día 4. Templo Funerario de Ramsés III

Si no recuerdo mal, que la memoria puede jugarme malas pasadas, después de visitar las dos bonitas tumbas del Valle de los Artesanos, nos dirigimos al Templo Funerario de Ramsés III.
Al parecer, en el mismo lugar, Hatshepsut (de la que hablaré más adelante) y Tutmosis III (su hijastro y asesino) habían construido el Templo de Amón, que quedó totalmente eclipsado por el que construyó Ramsés III. (A veces pienso que realmente los faraones tenían graves problemas de autoestima, o algo peor, y por eso se empeñaban en construir templos tan asombrosamente grandes).



Al parecer, Ramsés III, que tenía poca inventiva (esto lo digo yo), se inspiró en el Ramesseum (que sólo vimos desde el autobús cuando nos dirigíamos al Valle de los Reyes) contruido por Ramsés II. (De todas formas, al parecer, éste se conserva muchísimo mejor, así que supongo que por eso lo elegirán para enseñar las operadoras). (Ramsés II era el supermagnífico que construyó los Templos de Abu Simbel, entre otras cosas, que vivió más de 90 años y tuvo más de 100 hijos. Lo realmente asombroso es que he leído que sólo tuvo 5 esposas. Sí, sólo, porque 100 hijos con 5 esposas da una media de 20 hijos por esposas, y esto sí que tiene mérito. 20 embarazos, 20 partos, y 20 edades del pavo. Lo de Ramsés II, al fin y al cabo, era sólo un momento).
Al parecer, durante la época de mayor esplendor, aquí había de todo: templos, almacenes, talleres, edificios administrativos y alojamiento para sacerdotes y funcionarios. (Seguro que los primeros no pagaban alquiler pero los segundos sí).



En los grabados que cubren el templo, se ve a Ransés III como vencedor de varias batallas (que seguro que él no pisó el campo de batalla, pero los faraones son mucho de llevarse la gloria luego). Al parecer, los más famosos son los de su victoria contra los libios. Y otros grabados curiosos son los que presentan una escena en la que los escribas están calculando el número de enemigos muertos contando manos y genitales. Esta escena es, precisamente, la que se ve en la foto anterior. Bueno, la parte de las manos, que lo de los genitales no lo vi yo, la verdad.



Hay salas en las que las columnas no se han conservado demasiado bien, pero puedes imaginártelas y quedarte igual de asombrado.



Algo que también llama muchísimo la atención es la profundidad de los grabados. No en todos los templos te encuentras grabados así de profundos.
Según estoy leyendo en esta página, que estas entradas me están dando la oportunidad de aprender un montón, debe ser relieve hundido, pero hundido de verdad.


La anécdota de la visita fue el encuentro con el amigo de la foto de al lado.
Nosotros estábamos tranquilamente paseando y haciendo fotos, imitando (o intentándolo) las imágenes que aparecían en los grabados, cuando el amigo se nos acercó, sin preguntar ni nada, y le plantó a Carlos el turbante para hacerse la foto.
Después de la susodicha, le metió una patada a una valla de madera que estaba bloqueando una sala. (No sabemos quién la había puesto allí, pero patada que le dio el hombre). Y nos metió en la sala que estaba bloqueada, que es la que aparece en la foto de abajo.



El hombre en cuestión nos dijo algo de Cleopatra o algo de eso, pero las épocas no cuadran, la verdad.
En fin, que le dimos un par de dolares, creo, y el hombre se quedó más contento que unas castañuelas.