Egipto Noche 1. Hotel Seti Abu Simbel

El día anterior había sido larguísimo. Nos despertamos a las dos de la mañana y no nos pudimos acostar hasta después de las 12, pues tuvimos un problemilla con el aire acondicionado, lo que provocó la primera anécdota habitacional (así llamaré a  los "problemillas" que hemos tenido con las habitaciones) del viaje.
El caso es que cuando terminamos de cenar, Carlos y yo nos fuimos derechos a la piscina del hotel (un hotel que podría ser espectacular, pero que era bastante porquería, no demasiado limpio y un poco antigüillo y mal cuidado).




Y si nos bañamos después de las 10, que al cambio horario sería como bañarse aquí a las 12 de la noche, es porque hacía MUCHO calor. Pasábamos de los 35º fácilmente.
Pues cuando volvimos a la habitación, nos dimos cuenta de que el aire acondicionado de la habitación había dejado de funcionar, y nuestra habitación, además de sucia, tenía la misma temperatura que una sauna.
Total, que Carlos, después de intentar, sin éxito, arreglarlo, se fue a la recepción, que estaba como en Cuenca, pues nuestra habitación era la última de todas..



Y yo, como estaba tan cansada, el baño me había relajado tanto, y soy capaz de dormirme encima de cristales rotos, me quedé dormida antes de que Carlos volviera.
Cuando abrí los ojos, porque Carlos me estaba tirando de uno de los pies, al único que vi fue a un chavalín, con cara de triste y un poco asustado, la verdad, observándome fijamente. Total, que lo primero que se me pasó por la cabeza fue: "dónde carajo estoy, quién es este y qué carajo está mirando".
Después de unos segundos, me di cuenta de que Carlos también estaba en la habitación y que ese chavalín era el que iba a arreglarnos el aire acondicionado.
Bueno, el susodicho chavalín cogió la mesilla de noche, la acercó un poco, e intentó apagar y encender manualmente el aire acondicionado. Al parecer, el problema era que se había condensado por llevar bastante tiempo encendido (que en Egipto, con esto de la presa nueva, eso de ahorrar energía no lo tienen muy en cuenta y tienen siempre los aires acondicionados puestos a tope) y apagándolo y enciéndolo un ratillo después, volvía a funcionar.
El caso es que el chavalín no llegaba al dichoso botoncillo, total, que salió de la habitación, sin hablar demasiado, ni en inglés ni español, porque no era muy ducho en idiomas, (o quizás sí habló pero como yo estaba medio dormida no lo entendí), y al par de minutos volvió con una escobilla del wáter, que seguramente había cogido de la habitación del al lado, porque muy lejos no fue, y por allí sólo había habitaciones.
Antes de esto aclararé que el hotel estaba bastante sucio. Por poner un par de ejemplos, cuando llegamos a la habitación, no habían tirado de la cisterna, y por suerte no estaba demasiado asqueroso, pero tampoco limpio, y el pollete de la bañera tenía, literalmente, un dedo de polvo. Además de que todo el cuarto de baño estaba lleno de gotitas verdes de la pintura del techo, lo que tampoco daba demasiada buena impresión.Total, que la limpieza brillaba por su ausencia en todos los rincones.
Y ahora tenéis que imaginaros la idea que a ambos se nos vino a la cabeza cuando vimos la escobilla. Y más aún, lo que nos entró a los dos por el cuerpo cuando vimos que el chavalín la cogía por el lado que se mete en el wáter. En fin, me entraron ganas de sacarle una foto, pero por un momento, como me quedaba dormida, creí que todo era un sueño raro. Pero no.


Bueno, y hasta aquí la primera anécdota de lo que nos pasó en los hoteles, porque no fue lo único. Las siguientes vendrán después. Ahora así contada, pues no tiene mucha gracia, pero en aquel momento, en aquella situación, pues sí la tuvo, la verdad. Y a la gente a la que se la contamos se rió.

Para terminar, diré que lo que más coraje nos dio del hotel es que, seguramente, podría ser el mejor de los que hemos estado en todo el viaje por las instalaciones (bueno, comparable con el de Sharm el Sheik) porque tenía muchísimos bungalows que si hubieran estado limpios hubieran estado muy bien, junto a él se encontraba el Lago Násser, donde se podrían organizar un montón de actividades acuáticas, tenía un par de piscinas bastante apañadas... en fin, que las instalaciones si no estuvieran tan anticuadas y tan sucias, serían geniales, pero... y lo peor de todo es que según la Guía Lonely Planet cuesta entre 130 y 180 USD (lo que seguramente será más, porque algunos de los precios que aparecen han subido) y no merece para nada la pena. En fin, sólo hay un par de sitios más, y en los viajes organizados siempre te llevan allí. Si alguna vez vuelvo, me iré al otro que recomienda la guía, Eskaleh se llama, que al parecer es más pequeño, supuestamente menos "lujoso", pero tiene mucho más encanto.