Egipto Día 9. El Mar Rojo

Bucear en el Mar Rojo es impresionante. Deben tener razón cuando dicen que es uno de los tres mejores lugares del mundo para bucear. (Tailandia y Australia creo que son los otros dos). Y eso que sólo buceé cerca del arrecife, no fui a los parques naturales que hay en la zona, en los que puedes ver 5 tipos de arrecifes de coral (yo vi cuatro, creo) y hasta 1000 especies diferentes de peces (yo no vi tantos, pero los que vi son preciosos, coloridos, de formas llamativas, no como los del Mediterraneo).



El día siguiente a la paliza del Monte Sinaí planeábamos levantarnos temprano para ir a bucear a las 9. Y lo hicimos. Nos levantamos a las 7 y media, más o menos, desayunamos y nos acercamos al centro de buceo, en el que habíamos estado preguntando el día anterior.
(Por cierto, bucear en Sharm el Sheik no es barato. Casi diría que es más caro que en Tarifa, el otro lugar en el que hemos buceado).



En fin, que desayunamos, nos plantamos en el centro de buceo, y nos dieron un traje de neopreno!!! Sí, era de pantalones cortos, pero para bucear en un agua que está, de media, a 25º me pareció un poco exagerado.
En fin, que vestidos con el neopreno, pasando más calor que nadie, nos dirigimos a la playa para alcanzar la pasarela. Todo esto cargando con las bombonas, que pesaban más que un muerto.
Como Carlos, el pobre mío, se agobia con el calor de una manera que no es normal, y además habíamos desayunado apenas media hora antes, se le revolvió el estómago y no pudo bucear, además porque el instructor era un gordo borde que no quiso esperarlo ni cinco minutos, a pesar de que en el briefing nos dijo que nos tomáramos nuestro tiempo para adecuarnos al agua, a la temperatura (25º!!! tenía calor con el traje incluso debajo del agua!!! acostumbrada a las fresquitas aguas de Tarifa...) y a salinidad de la misma, porque además, es que Carlos no se hundía. En fin, que a pesar de que me dio un poco de coraje, sobre todo porque el gordo fue muy borde con nosotros, yo sí buceé, y Carlos se quedó en la pasarela, con más mala cara que nadie. (Menos mal que no nos cobraron nada, porque si no hubiera mandado bien lejos al gordo con todos sus kilos! Y no es que yo tenga nada en contra de los gordos, es que, supuestamente, no se puede bucear con sobrepeso, y este hombre tenía un grave problema de sobrepeso).



Aparte de esto, que no me gustó demasiado, la verdad, acostumbrada a como nos trataron en Tarifa y a como estamos acostumbrados los españoles a tratar a los turistas, la inmersión fue espectacular. Realmente no ves muchísimo más que haciendo esnorkel, porque estuvimos cerca del arrecife, bajando sólo a 15 metros (en realidad yo sólo puedo bajar a 18 metros con mi titulación así que, en realidad, no estuvo mal la cosa), pero vimos un par de peces manta chulísimos bajo algunos corales y otros peces chulísimos, nadando justo a tu lado.











También vi un pez como el de la foto de arriba, un pez león, como nos dijeron al día siguiente, cuyo veneno es, al parecer, mortal si no tienes acceso al antídoto. (Que supongo yo que tendrán en el hotel). Menos mal que la lección de no tocar a ningún bichito que te encuentres bajo el mar del curso de buceo me la aprendí bastante bien.



P.D.- Las fotos son un poco cutres, porque están hechas desde fuera, con mi cámara normal. Me hubiera gustado comprar una cámara acuática, que las vendían de usar y tirar baratuchas en el hotel, pero a saber cómo hubieran salido las fotos... De todas formas, no sé si volveré a Egipto o si lo haré pronto, pero sí sé que volveré a Sharm el Sheik para pasar una semana de descanso, buceo y sol. Sólo buceo y sol. Pues me quedé con las ganas de ir al Parque Natural Ras Mohammed, además de visitar otros puntos de la península del Sinaí. Bueno, quizás no vaya a Sharm el Sheik, sino a otros sitios menos masificados turísticamente, con menos rusos, y más baratos.

Egipto Días 7 y 8 - Sharm el Sheik y Monte Sinaí

Estos dos días debían haber sido para relajarnos, disfrutar de la playa, descubrir el alucinante espectáculo marino que hay bajo las aguas del Mar Rojo y descansar. Y bueno, algo sí que descansamos, pero no todo lo que debíamos.
El primer día sí nos lo tomamos con calma. Nos levantamos a las 9, después de habernos despertado un niño gritón a las 6 de la mañana, al que odié el resto del viaje, desayunamos y nos fuimos para la playa. Allí nos encontramos con Maribel y Rubén, una pareja de recién casados muy simpáticos (no porque fueran recien casados, sino porque era simpáticos) con quienes habíamos coincidido también en el crucero. Descubrimos que habíamos estado, un par de año antes, en el mismo concierto de Pearl Jam en Lisboa (lo que no es un dato muy alucinante, pero demuestra lo pequeño que es el mundo, porque ellos viven en Badajoz, por lo que Lisboa les cae relativamente cerca, pero desde Málaga y Granada, donde vivíamos entonces, el viaje en carretera se hace, como poco, un tanto pesado). Comimos con ellos e hicimos snorkel, quedándonos totalmente alucinados con los distintos tipos de coral (yo conté 4 distintos), demás plantas marinas, y cantidad de especies distintas de peces que se podían ver sin sumergirte demasiado. Ni siquiera era necesario bucear con bombona para quedarse alucinado.
Tras la excursión marina, nos fuimos a la habitación, descansamos (nos echamos una siesta en condiciones) y bajamos a cenar.
Y aquí, prácticamente, termina la parte de relax de estos días.
Tras la cena, a las 22:30, nos recogieron para llevarnos hasta donde se encuentra el Monasterio de Santa Catalina, lugar desde donde se empieza a subir el Monte Sinaí, lugar sagrado para tres religiones. Tardamos unas 3 horas en llegar a dicho lugar, tuviendo que enseñar en dos ocasiones el pasaporte con la visa para poder continuar el camino.



Debido al hecho de que tienes que llevar el pasaporte contigo, tuve que volver a la habitación a recogerlo, momento en el que dejé olvidada la cámara en la habitación, el único día en que el que, además, habíamos dejado la cámara chica también allí, pues pensamos que para qué cargar con dos cámaras... En fin, que nos plantamos subiendo el Monte Sinaí con el iPhone como única cámara para inmortalizar el momento! Y sí, fue SÓLO culpa mía.



Como en cualquier lugar turístico de Egipto, hay puestos en los que puedes comprar el suvenir deseado, pero aquí, al menos, no te agobiaban en absoluto. Simplemente estaban allí esperando que alguien se acercara a ver su mercancía.

Una vez que llegas a este lugar, a unos 200 metros de donde se encuentra el Monasterio de Santa Catalina (donde se supone que estuvo la zarza ardiente que habló con Moisés), te asignan un guía beduino, que te guía hasta la cima de la montaña.
Se supone que hay dos caminos para alcanzar la cima: la ruta de los camellos y los escalones del arrepentimiento. Ambas confluyen en un mismo punto, 750 escalones por debajo de la cima. Escalones que sí hay que subir, sin alternativa, para alcanzar la cima.
Como el resto de cientos (o miles) de personas que subieron aquella noche los 7 kilómetros que hay hasta la cima, fuimos, tras nuestro guía, por la ruta de los camellos. Nuestro guía parecía que quería llegar el primero y, en lugar de ir por el camino establecido, iba atajando camino por en medio del monte, para no andar junto a los camellos, que era peligroso, nos explicó. (Yo sigo pensando que había apostado algo con un colega, y tenía que llegar antes que él, porque había una rusa en el grupo a la que por poco se carga, en serio. Hubo un momento en que realmente creí que se moría).
Como se me olvidó la cámara, no hay fotos del camino, aunque después de la experiencia, creo que no hubiéramos podido hacer ninguna, porque apenas descansamos durante el ascenso y los momentos en que parábamos, realmente queríamos descansar.
Finalmente, tras subir los 750 escalones mencionados (hechos en la piedra de aquella manera, que yo intenté contarlos pero cuando llevaba unos 20 ya no sabía qué considerar escalón y qué no y lo dejé), llegamos a un lugar un poco por debajo de la cima, donde hay unos 5 o 6 puestos donde tomar té, café, karkadé, refrescos o chocolate, todo por 10 EGP.



Aunque la foto es un poco (muy) oscura, sirve para hacerte una idea del puestito en el que recuperamos fuerzas.
La historia fue que llegamos antes de las 4 y media, y no amanece hasta las 5 y media o así, por lo que estuvimos allí una hora esperando, sin hacer nada, bastante cansados, con sueño, y empezando a coger frío.
Lo peor fue que durante la subida sudamos bastante y terminamos con las camisetas prácticamente empapadas, el sudor empezó a enfriarse y empezamos a sentir bastante frío (por lo que mi consejo para los próximos viajeros es que lleven ropa de repuesto para poder cambiarse cuando lleguen a la cima).
En el mismo lugar, alquilaban, por 20 EGP, unas mantas, con olor a camello, de las que hablaban en la guía Lonely Planet, que te aconsejaban encarecidamente alquilar. Al principio estábamos reacios, yo más convecida que Carlos, porque soy más friolera y soy consciente de que el momento más frío es justo antes del amanecer, momento en el que estaríamos a la intemperie esperando ver salir el sol. Pero cuando vi al guía beduino con una manta encima, me decidí totalmente, y alquilé LA MANTA PESTOSA con los 20 EGP (menos de 3 EUR) mejor invertidos de mi vida.
Un poco antes del amanecer, nuestro guía nos indicó el camino hacia la cima, donde debíamos ponernos y por donde salía el sol. Y seguimos esperando. Al principio, Carlos no quería que lo tocara con la manta pestosa pero cuando llevábamos unos 10 minutos, ya nos peleábamos ambos por ella.



Y éstas son las caritas que teníamos a esas horas. Unos minutos antes, cuando esperábamos a que saliera el sol finalmente, descubrí, realmente, que soy capaz de quedarme dormida de pie, por lo que ya puedo decirlo sin caer en la exageración: sólo necesito un poyete donde apoyarme ligeramente, y soy capaz de dormir de pie......



Aunque nosotros no llevábamos cámara, unas checas con las que compartimos el viaje en autobús y la ascensión, fueron tan amables de enviarnos las que ellas habían hecho, entre las que he seleccionado las dos siguientes.





Para ser honestos, no es el mejor amanecer que he visto, más que nada porque estaba nublado. En la playa, a 100 metros de mi casa, los he visto mejores, pero sigo diciendo que la experiencia merece la pena. Jamás he visto un cielo tan lleno de estrellas como el de aquella noche. Jamás. Era tan bonito, que el simple hecho de disfrutarlo hace que el frío, el cansancio, la falta de sueño, el polvo, el desayuno asqueroso y la paliza merezcan la pena.



Y las vistas también merecen la pena.











Y ésta es la manta pestosa en todo su explendor. (El nombre que le pusimos está totalmente justificado, lo prometo).


Una vez que amanece, vuelves a bajar al lugar de los tenderetes, devuelves la manta pestosa, y empiezas la bajada definitiva. (Cuando aún estaba en la cima, un beduino corrió detrás mía diciendo que la manta era suya, pero no caí y no se la di a él, que seguramente hubiera tenido problemas abajo, donde realmente la había alquilado).



Nuestro guía con algunos amigos suyos, esperando a los turistas y, seguramente, riéndose un poco de nosotros.


Y comenzamos la bajada.







Los mismo camellos que en la subida te ofrecían para subir, en la bajada te los ofrecían para bajar. No nos molestamos en preguntar el precio porque, sinceramente, creo que la bajada en camello hubiera sido peor, a pesar del cansancio que teníamos.



En este punto Carlos me había dicho tantas veces que me odiaba por haberle hecho subir allí, que accedí a que él eligiera el viaje del año que viene también, a pesar de que me tocaba a mi, y yo quería ir a la India...





El beduino con el pañuelo azul clarito en la cabeza que aparece en la foto de arriba tras el camello fue nuestro guía apretado que quería llegar el primero.
La verdad es que era bastante apañao y, aunque no hablaba mucho inglés, si compartimos con él alguna que otra frase.



Esta montaña, que se encuentra junto al Monte Sinaí y que está detrás del Monasterio de Santa Catalina, es la más alta de la zona. Menos mal que Moisés no recogió las Tablas de la Ley allí... (Esto me hace recordar lo siguiente: mientras subíamos, cuando íbamos a mitad de camino, me di cuenta de la mala leche que debió gastar dios en aquellos tiempos, en serio. No hacía falta medio matar a Moisés para que recogiera los 10 mandamientos, porque cuando nosotros subimos el camino estaba hecho, pero él fue el primero, tuvo que ser una soberana paliza...)









Sobre el Monasterio de Santa Catalina no tengo mucho que decir.
Estábamos tan cansados después del desayuno asqueroso que nos dieron, que no entendía prácticamente nada de lo que nos contó el guía (hablaba en inglés), así que no me enteré de prácticamente nada (a mi favor también diré que los egipcios, por lo general, tienen un acento bastante complicado hablando inglés).
Sí vimos la iglesia de la Transfiguración, donde se encuentran enterrados, supuestamente, los restos de Santa Catalina, y en la que se ve un mosaico con el episodio bíblico de la transfiguración de Cristo, pero de lo que no tengo fotos porque estaba prohibido hacerlas. Es bonita, pero está sucísima, hasta un punto vergonzoso, porque es patromonio de la humanidad, deberían tenerla un poquito mejor conservada.



También vimos la que se considera una descendiente de la zarza ardiente, que creerse esto sí que es un acto de fé. Bueno, el primer acto de fé es creerse que la zarza ardió sin consumirse, pero superado ese punto, pensar que ésta es una hija de aquella... en fin, en eso consiste la fé, no?



Cerca de este lugar, está el pozo de Moisés, que da felicidad marital al que bebe de él, pero no lo vimos (quizás el guía lo mencionó pero no lo entendí) así que tendremos que confiar en que la felicidad marital venga por méritos propios.

Después de la corta visita al monasterio (que sigue ocupada por monjes que, al menos, limpiar, no limpian nada), volvimos al autobús que nos llevó de vuelta al hotel. Yo caí redonda, a pesar de los botes que dimos por el camino que, al parecer, me levantaban literalmente del asiento.
Llegamos al hotel, nos tomamos el desayuno del mismo (que hábilmente pedimos la noche anterior) y nos fuimos a la playa a echarnos la siesta).

Egipto Tarde 6. De Luxor a Sharm el Sheik

Tras volver a Luxor, sacar las maletas de la habitación y hacer el check out, nos fuimos a comer a Kebabgy, en la Corniche, con vistas al Nilo, un restaurante que recomienda la Lonely Planet. Está bien, no es ninguna maravilla, pero se come comida egipcia bastante aceptable, a un precio bastante asequible. Por lo menos para nosotros, que para los egipcios es un restaurante casi de lujo. Sólo un comentario al respecto de la siguiente información de la guía:
"... con sencillas mesas de madera y un vaporizador de agua para refrescar el cálido ambiente".
Es verdad que tienen sencillas mesas de madera, y bastante grandes, pero lo del vaporizador de agua... un hombre regando el suelo no es un vaporizador de agua. Ni mucho menos!
Tras el almuerzo, Carla e Ismael regresaron al hotel porque su avión hacia Sharm el Sheik salía a media tarde, y Carlos y yo decidimos ir a un mercado que hay cerca del Templo de Luxor.
Cuando estábamos llegando nos dimos cuenta de que todo estaba cerrado (resultó que eran las 3, y la peña estaba rezando) y el conductor de la calesa más tuneada de Luxor, su ferrari, como él la llamaba, nos convenció para llevarnos a un centro de papiros. No íbamos a ir, pero Carlos estaba a punto de la lipotimia, que el pobre mío lleva el calor más bien regular, y decidimos que tampoco teníamos nada mejor que hacer. Hacía demasiado calor para andar por las calles.
 De camino al centro de papiros, volvimos a atravesar el mercado egipcio que habíamos visto un par de días antes por la noche.



Me gusta mucho ver estas fotos, porque son una pequeña parte de la vida en Luxor.





No recuerdo si el colegio era copto o musulmán, pero el conductor de la calesa nos explicó que los niños iban al mismo colegio idependientemente de cual sea su religión.
Nuestro guía nos comentó que el colegio era gratuito, aunque no obligatorio, pero que todos los padres enviaban a sus hijos al colegio porque querían que tuvieran mejores profesiones que ellos. La verdad es que no sé si creérmelo del todo, porque a lo largo del viaje, sobre todo en la parte sur del país, vimos a muchos niños vendiendo cosas o simplemente pidiendo dinero a los turistas en horario escolar.







Una de las cosas que me quedé con ganas de comprar fue un muestrario de especias que venden a los turistas. Definitivamente, es una de los encargos que les voy a hacer a mis padres.







Al ver esta foto pienso en el regateo absurdo que tuvimos que sufrir en Khan al-Khalili para comprar los pañuelos que trajimos, cuando aquí los hubiéramos comprado mucho más baratos, de mejor calidad seguro, y más bonitos y variados.



Me hizo gracia la mezquita colgada entre los edificios.
Cerca de este lugar estaba el centro de papiros al que nos llevó el conductor de la calesa, donde verdaderamente nos dimos cuenta del negocio que tenían montados los guías. (En el paseo en calesa de la noche anterior lo sospechábamos, aquí encontramos la confirmación).
Nada más entrar en el centro de papiros, el que parecía el encargado, corroboró que veníamos solos, sin guía, y nos dijo que dividiéramos por dos todos los precios que se mostraban junto a los papiros, pues esa mitad era la comisión que se llevaba el guía por llevar a los turistas. LA MITAD DEL VALOR!!!
En fin, escogimos cinco papiros pequeños, un ojo de Horus, un grabado de Abu Simbel en el que aparece Ramsés II disparando el arco, una llave de la vida, el Templo de Abu Simbel y el zodiaco de Denderah. Todos ellos, a mitad de precio, costaban 145 EGP. Le dimos 100 EGP y nos lo llevamos.
Realmente hay que regatear a muerte en todos los rincones de Egipto.



Junto al hotel, recogimos un colgante de zafiro tallado, supuestamente procedente de Afganistán (que quiero creer que el hombre no me timó), que había encargado el día anterior para mi madre.
Esta historia no la he comentado. El día anterior, cuando subimos a la habitación después de cenar tras el ridículo espectacular, nos dimos cuenta de que no teníamos agua, por lo que decidimos salir a las tiendas que había en frente del hotel a comprar un par de botellas, a un precio mucho menos elevado que el que ofrecía el hotel. Junto a la tienda de agua, había una joyería, en la que nos pusimos a mirar el escaparate. Como en cualquier lugar, nos invitaron a entrar y al final terminamos comprando la piedra. La verdad es que fueron agradables, para que nos vamos a engañar. Aunque bajamos a comprar agua y terminamos comprando un colgante! Las oportunidades se presentan donde menos te lo esperas.
Por la tarde nos llevaron al aeropuerto de Luxor, donde experimentamos la llamada para coger un avión más surrealista que habíamos vivido hasta el momento. (Y hasta el día de hoy).
El aerupuerto de Luxor, a pesar de ser internacional, no es muy grande. Al menos la parte de vuelos domésticos. Estábamos esperando para embarcar pocas personas, pero bastante dispersas por la sala de espera. De pronto, unos 10 o 15 minutos antes de la hora de salida de nuestro vuelo, un hombre bastante fuertecito pasó gritando: "Sharm el Sheik, Sharm el Sheik, Sharm el Sheik!". Y se colocó en una puerta. ¿Para qué necesitas pantallas si hay hombres que pasan gritando?
El vuelo fue bastante bien, y ya de noche llegamos a Sharm el Sheik, donde nos hospedamos en un hotel que era una pasada de grande, y donde tardamos como 10 minutos en encontrar el camino a la playa desde nuestra habitación.
P.D.- En los aeropuertos de Egipto te permiten volar con agua en el equipaje de mano, lo que se agradece un montón, dicho sea de paso. Ah, y en todos los vuelos, por cortísimo que sea, te ofrecen algo de beber y de comer. En todos. A ver si aprenden las compañías europeas!!!

Egipto Día 6. Templo de Denderah

El sexto día de estancia en Egipto, nos recogieron en autobús en el hotel y nos llevaron hasta el Templo de Denderah, que se encuentra a unos 90 kilómetros de Luxor.
El camino fue, como poco, peculiar, porque pasamos cerca de 10 controles policiales, nos cruzamos con camionetas que llevaban a chavales cogidos por fuera, viajando a bastante velocidad, adelantábamos casi sin mirar... Otra experiencia más, sin duda.
El Templo de Denderah, dedicado a la diosa Hator, la diosa del amor, la belleza, los placeres sensuales, patrona de la música y la danza, es, probablemente, uno de los templos mejor conservados de Egipto, al menos en lo que a su estructura se refiere.



Esta diosa, se suponía, estaba casada con el dios Horus, de Edfú, y existía un ritual por el que se decía que en la fiesta denominada "La Buena Reunión", la diosa abandonaba el Templo, se dirigía al Templo de Edfú y tras dos semanas de celebración, se casaba con Horus y se volvía a su morada. (Era, sin duda, un matrimonio un tanto triste. Y un tanto extraño, porque significaba que se casaban todos los años de nuevo).



Es un templo relativamente joven, construido al final del período faraónico, por los tolomeos, que conserva su tejado de piedra y columnas, cámaras oscuras, criptas y escaleras de caracol.
La lástima es que hay partes que están muy oscurecidas, debido a los fuegos que prendían los cristianos. (Además, como en tantos otros templos, dedicaron su tiempo a picar la cara de los dioses y faraones).




La Sala hipóstila exterior estaba en plena rehabilitación, y la parte por la que ya habían pasado tenía un aspecto mucho más recuperado, llena de bonitos colores. Por la que no, presentaba el aspecto de la foto de encima. Casi no parecen pertenecer al mismo sitio.


Intenté hacer una foto en la que no aparecieran todos los andamios que llenaban la estancia, y lo que salió fue la foto de la izquierda.
Cuando terminen de rehabilitar el templo, va a ser tremendamente precioso de visitar.



Es curioso ver como todos los cartuchos del templo están en blanco. Esto es porque se construyó al final del período tolemáico, en el que había mucha inestabilidad política, y los picapedreros no querían picar el nombre de un faraón dentro de un cartucho que iba a desaparecer en breve. (Hay que tener en cuenta, además, que las noticias no corrían en aquellos tiempos como ahora. Que lo mismo se entaraban un año después de que había muerto un faraón y tenía otro nuevo).


En la planta de arriba hay dos pequeñas salas en las que encontramos tres cosas interesantes. Una imagen bastante alucinante de la diosa Nut en el techo de la primera sala, cuya cabeza aparece en la foto de la izquierda. Aunque está un poco carbonizada, es realmente chula y el cuerpo de la diosa recorre todo el techo, de un lado a otro de la estancia. Merece la pena verlo.
No sé si lo he dicho antes, pero Nut se comía el sol por la noche y lo expulsaba por la mañana, para que volviera a nacer un nuevo día. Me parece una de las imágenes más bonitas de la mitología egipcia. La diosa preocupada porque los días y las noches se fueran sucediendo y tuvieran el orden prestablecido.



En la misma sala, encontramos un modelo en escayola del famoso "zodiaco de Denderah", cuyo original se encuentra, aunque parezca increíble, en el Museo del Louvre en París. (Porque una cosa es que cojas un collar y te lo lleves, o un sarcófago, o determinadas piezas pequeñas y te las lleves para exponerlas en un museo con gusto, pero otra muy distinta es arrancar una parte de un templo y llevártelo para que lo puedan ver en tu país. El único lugar donde debería estar el original "zodiaco de Denderah" es en el Templo de Denderah, no en ningún museo, y mucho menos en un museo fuera de Egipto).









En la sala siguiente, a la que se accede a través de la anterior, se encuentran grabados de lo que me he tomado el placer de calificar como las primeras escenas porno de la historia. Sólo hay que mirarlas con un poco de detenimiento para darme la razón.
Cuentan la historia de como la diosa Hathor y el dios Horus, o quizás Isis y Osiris, no recuerdo bien, se acostaban juntos para tener pequeños diositos. Lo alucinante era que Osiris, creo que era éste y no Horus, no tenía pene, porque si recordais la historia, Seth se lo cargó y como era un maligno, lo troceó, e Isis, su mujer, encontró todas las partes y las pegó, excepto el pene, que lo tomaba prestado de otro dios, que ahora me es imposible recordar, que se lo llevaba a través de un águila. (Imagen que aparece en la última fotografía).


A la izquierda se ve el pasillo por el que se bajaba de la segunda planta. Se subía por un pasillo similar, pero por el otro lado del templo.
Y éstos son Ismael y Carla, con los que tantos nos reímos la noche anterior, en nuestro espectacular ridículo en Luxor.



Como se ve, hay algunas partes mejor conservadas que otras. Éste es el principal problema de este templo, que han quemado tantas cosas en su interior que tiene prácticamente negros todos los grabados de las paredes.





En el exterior del Templo de Hathor, se encuentra un pequeño templo, dedicado a Isis, de tiempos de Octaviano, el emperador Agusto y gran rival de Cleopatra.
Y bueno, probablemente este pequeño "hombrecillo" tallado en la roca sea lo más gracioso que vimos tallado, casi en todo el viaje.



Por último, una de las mejores cosas de este templo es que no hay demasiados turistas, y puedes disfrutarlo bastante bien. No es que esté vacío, no creo que haya ningún lugar vacío en todo Egipto (exceptuando el desierto), pero comparados con el resto de sitios más típicos a los que habíamos ido antes... fue una gozada!

Como detalle final, no me queda más remedio que hacer un comentario sobre el guía que nos acompañó en esta excursión.
Era más jovencillo que Magdy, tendría unos 30 y pocos años, pero muy, muy musulmán y tradicional. No estuvo enseñando algunos vídeos sobre bailarinas de danza del vientre. Bailarinas profesionales que, como tales, van vestidas con tops y pañuelos bastante bonitos. El hombre nos estuvo explicando que esas mujeres estaban muy mal vistas por los hombres. Así es como empezó, para terminar diciendo que eran unas putas. También nos explicó que ya no estaba mal visto que las mujeres se vistieran con pantalones, siempre que siguieran sin enseñar absolutamente nada, excepto un poco la cara.
Carla y yo, que ibamos con camiseta de tirantes (no muy escotadas, pero de tirantes) y yo que iba con pantalones cortos, nos mirábamos preguntándonos lo que aquel hombre pensaría de nosotras. Miedo me dio preguntarle, por lo que pudiera pasar.